El Valle de Benasque es uno de los lugares privilegiados del Pirineo aragonés, para la práctica de diversas especialidades del deporte de montaña. Los macizos glaciares de Posets y Maladeta, dan vida y forma a una amplísima zona en la cual se pueden realizar actividades de alta montaña, esquí de travesía, escalada, etc.
El intenso relieve de carácter granítico por excelencia, nos ofrece tambien a los practicantes de actividades acuáticas, posibilidades de descensos para todos los gustos. El Barranco de Literola, afluente por la margen derecha orográfica del río Esera, proporciona momentos de gran nivel estético, deportivo y técnico en función de su caudal permanente que, en períodos primaverales de fusión, lo convierten en un descenso solo apto para especialistas en aguas vivas y maniobras de cuerda.
El Valle de Benasque es uno de los lugares privilegiados del Pirineo aragonés, para la práctica de diversas especialidades del deporte de montaña.
Los macizos glaciares de Posets y Maladeta, dan vida y forma a una amplísima zona en la cual se pueden realizar actividades de alta montaña, esquí de travesía, escalada, etc.
El intenso relieve de carácter granítico por excelencia, nos ofrece tambien a los practicantes de actividades acuáticas, posibilidades de descensos para todos los gustos.
El Barranco de Literola, afluente por la margen derecha orográfica del río Esera, proporciona momentos de gran nivel estético, deportivo y técnico en función de su caudal permanente que, en períodos primaverales de fusión, lo convierten en un descenso solo apto para especialistas en aguas vivas y maniobras de cuerda.
Desde la Villa de Benasque y siguiendo la carretera A-139 durante ocho kilómetros, se atraviesan paulatinamente, puntos clave del valle como: el desvío a la Estación Invernal de Cerler; el desvío al valle de Estós; Plan de Senarta y el acceso al valle de Vallibierna; y el túnel frente a la desembocadura del Barranco de Cregüeña.
Al llegar a Plan de Baños (con su acceso al Balneario, que se deja a mano derecha), proseguiremos por la carretera durante 250 metros hasta llegar al Puente de Literola, donde dejaremos el coche y podremos observar los dos últimos rápeles del barranco, a la vez que calibrar bien el caudal.
Desde el puente, y siguiendo la margen izquierda orográfica del barranco, sale un camino zigzagueante al principio, que se introduce en el valle y nos deposita en el límite superior de un pequeño bosque de pinos, junto a la Fuente y Cabaña de Llosero.
A partir de aquí, y caminando de flanco derecho por la pradera que se abre (ya fuera del camino que conduce al fondo del valle), se llega a un pequeño puente de troncos, escondido por la base de la Arista Este del Turonet del Amorriador; lugar encantador donde comienza el descenso y que nos servirá para colocarnos el traje y equipo.
Tras el puente, una zona de badinas y destrepes previa a los primeros estrechos, con resaltes de entre dos y cinco metros de altura, nos acostumbran al carácter acuático del recorrido.
El cauce se estrecha y llegamos al primer rápel, que es destrepable con poco caudal (cuidado por lo resbaladizo); y luego al segundo, que aprovecha una laja lateral para evitar un remolino bajo unos bloques, desembocando en una badina-pasillo, justo antes del rápel que con un giro de noventa grados a la derecha, suele crear problemas ante la necesidad de cruzar el cauce para llegar al anclaje.
Este rápel (foto uno) se realiza casi siempre por fuera de la cascada —la apertura de las paredes y la roca resbaladiza así lo aconsejan—, y entonces el cauce vuelve a girar otros noventa grados, esta vez a la izquierda, llegando a dos rápeles y varios destrepes intercalados en un tramo de grandes bloques de piedra y vegetación lateral, que nos llevan sin problemas al punto clave del descenso: el sexto rápel, en el cual es generalmente necesario acceder de forma fraccionada (con pasamanos) hasta un árbol situado en la margen izquierda orográfica, desde el cual, y con quince metros de bajada, se salva una potente y peligrosa cascada de cuatro metros de anchura que discurre entre las paredes del último estrecho.
De aquí se sale, con un corto rápel (foto dos) de nueve metros —ya visible desde la carretera—, que impresiona y atemoriza mucho mas de lo que realmente cuesta descender, ya que las rocas de la cascada forman unos buenos escalones donde apoyar los pies.
Inmediatamente, llegamos al último rápel, que salva una cascada-rampa de dieciséis metros, bifurcada a su mitad en dos ramales por una gran roca, bajo la cual hay una pequeña cueva escondida por las cortinas de agua provenientes de éstos. A pesar del gran ambiente acuático del lugar, hay que bajar directamente a esta cueva, ya que incluso con abundante caudal, se puede salir sin muchos problemas para guiar el rápel a los compañeros. Un intento de salvar de flanco el agua de la cascada, puede producir una caída importante en péndulo, como consecuencia de un resbalón desde la pared lateral hasta dicha cueva.
Unos pequeños resaltes nos harán pasar por debajo del Puente de Literola, siendo éste el final del descenso.
En este punto y por la margen derecha orográfica, sale un camino que con muy fuerte pendiente —tramos que casi se pierden y alguna que otra trepada delicada si el terreno esta húmedo— nos llevará hasta el coche sin mayores problemas.
Hay que llevar traje de neopreno completo, cuerda de cuarenta metros, cuerda de seguridad y el equipo mínimo para descensos acuáticos con maniobras de cuerda obligadas.
En épocas de deshielo y/o fuerte caudal, calibrar bien las posibilidades del grupo, ya que, como se ha dicho, el descenso puede llegar a ser limitativo a especialistas.
Texto, imágenes y croquis:
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